miércoles, 14 de diciembre de 2011

El lado docente

Muchos, muchos años formando parte del lado discente de la vida y, ahora, de repente, me paso al lado contrario, al enemigo. El lado docente. Tampoco puedo decir, siendo estrictos, que ha sido mi primera experiencia, puesto que los ya casi diez años de entrenador de baloncesto me han dado la perspectiva necesaria como para ser consciente de que el lado docente es mi lado.

Pasarte al lado docente de la vida no quiere decir que abandones el discente. Esto sería, de hecho, un craso error. No pienso nunca dejar de aprender de otros, no pienso nunca dejar de formarme, no pienso nunca dejar de estudiar. No. No tendría sentido. Es más, estos quince días de docencia se podría decir que he simultaneado ambas vertientes educativas, ya que no he parado de preguntar a mis fugaces compañeros, he pedido consejos y, en definitiva, no he dejado de aprender. Y mientras hacía todo esto, que no es poco, además he dado clase. Mis primeras clases.

La experiencia ha sido extremadamente positiva. Y digo extremadamente porque no encuentro nada más superlativo para expresarlo. Hubo unos ligeros nervios típicos en los momentos previos a entrar por primera vez al colegio, pero lo cierto es que en seguida noté que estaba en mi sitio. Estaba en mi Elemento. Ese lugar en el que damos rienda suelta a nuestra pasión, a eso a lo que queremos dedicarnos. Sé que estoy sonando un poco cursi y pedante, pero es que lo que siento es esto, no puedo expresarlo con un pitillo pegado a los labios y con mirada penetrante en plan Clint Eastwood.

Tampoco quiero emocionarme en exceso, porque el colegio era especialmente ideal para iniciados. Profesores agradables, accesibles y con ganas de hacerme sentir bien. Alumnos majos, buenos alumnos, no había ninguno que te hiciera decir "joder qué cabrón es este niño". Nada, ni uno. Voy a darme un poco de mérito y decir que esto creo que ha sido porque lo he hecho bien, muy bien, lo mejor que he podido. Y tampoco ha hecho falta complicarse la vida, pocas reglas, fáciles de cumplir, exigente pero no un ogro, amigable pero no un colega. Todo perfecto. Pero sé que habrá colegios que no sean tan ideales o en los que no me valgan los hábitos que he llevado a la práctica en este. Pues claro que no, si tengo pensado trabajar 40 años en esto casi debería decir que lo ideal es que las situaciones vayan cambiando. Habrá que estar preparado.

Pues esto ha sido todo. Mis primeros quince días como maestro de primaria. Mis primeros alumnos. Mis primeros compañeros. Mi primer colegio. Inevitablemente los guardaré a todos ellos siempre en mi memoria. Qué feliz soy, ¿no?

martes, 6 de diciembre de 2011

26 añitos (Parte II)

Ese recuerdo de llegar a un gran salón, un gran salón vacío que vi con tres años y que nos enseñaba un tipo que se parecía a Felipe González. Los recuerdos a veces se fuerzan, otras, sin embargo, surgen a través de sensaciones. Vivencias algo que te evoca un momento de tu vida. Pues ayer forcé ese recuerdo, pero hoy lo he revivido, parece lo mismo, pero no lo es. Hemos vaciado toda la casa, ha sido el día de la mudanza definitiva, y hemos vuelto a contemplar ese gran salón, un gran salón y vacío, tal y como lo vimos hace 23 años.

En un momento he instado a Javier a asomarnos por última vez al balcón. Y ahí nos han vuelto a brotar recuerdos por sí solos. Nos hemos visto a nosotros mismos quince años atrás jugando a los coches, cada uno decía una marca y contábamos los coches que pasaban por nuestra calle con esa marca, ganaba el primero que llegaba a diez. A veces elegía Porche, qué tonto era. Ah, sí, también me he visto a mi mismo escupiendo en el techo de los coches que salían del garaje.

Y no sólo juegos me vienen a la memoria. Esos cumpleaños en los que 5 o 6 desalmados de mi colegio venían a casa a desordenarme todo. No era divertido. Nunca fui muy de jugar con niños de mi edad, era más feliz con los juegos de mis hermanos. Tuvieron que madurar ellos con el tiempo para adaptarse a mí.

Al escribir lo de ayer en facebook surgieron más cosas, entre los tres hemos ido recordando más juegos de nuestra infancia/adolescencia. Como supermítico hay que destacar el de los garbanzos, consistente en contar los garbanzos negros que le tocaban a cada uno en el cocido, al que le tocaran más ganaba. Curiosa manera de resignificar el concepto de "garbanzo negro". Este juego murió con el progreso de la manufacturación de los alimentos, porque, joder, ya no hay garbanzos negros, normal que los niños no desarrollen su imaginación. Aquí los vacíos legales eran frecuentemente utilizados, "yo llevo dos garbanzos ya, pero me los he comido", "no, no vale, hay que dejarlos en el borde del plato", "no, eso no lo vale, es un garbanzo rodeado de un trozo de espinaca, tramposo".

Igual que ayer decía juegos en los que sólo participábamos Sergio y yo, tonto de mí, los ha habido también de jugar sólo con Javier, como el gran "Songo'o". Era la época del SuperDepor, donde emergió la figura de su gran portero. Ahí nos basamos los dos hermanos menores para desarrollar una competición aséptica, sin fisuras alegales, diversión intrampeable, dejamos fuera de la Comisión a Sergio. Básicamente consistía en que yo me ponía de portero siendo la puerta de la terraza la portería y Javier me tiraba faltas o penaltis -daba lo mismo-. Lo gracioso de recordar no es tanto el juego en sí, sino los destrozos que provocamos en jarrones y plantas. Pero hicimos un trabajo muy fino de recomposición, pasando la aspiradora y dejándolo todo en orden antes de que llegaran nuestros padres. Genios.

El "Hotel", donde nos matábamos por adquirir el President, pero al final, con esfuerzo, podías liar destrozos siendo el dueño del Fujiyama y del Waikiki. No obstante todo eso daba igual, al final siempre ganaba el que manejaba la banca, que nunca era yo, claro. Donde sí que volaban las trampas era en el Risk, las fichas iban de un lado para otro y era imposible ya saber dónde iba cada uno. Y el Stratego, que puedo decir que es el ÚNICO juego de todos en el que he sido incapaz de ganar a Sergio, y lo peor es que no puedo afirmar que hiciera trampas, lo puedo sospechar, pero lo único que sé es que una noche dedicó muchas horas a depurar una táctica infalible, no sé cómo cojones lo haría, pero era absolutamente imposible ganarle.

Y el Ping-Pong en la mesa de cristal de salón, donde la red era un tejido de ganchillo que se sujetaba de silla a silla. Nunca nos hizo falta un gran desembolso económico para jugar a nada, y para qué engañarnos, hemos salido muy creativos e inteligentes, lo digo por si estáis a tiempo de fomentar estas formas de jugar con vuestros hijos. Confío en vosotros.

Hay mucho más, pero lo más mítico ha sido esto. Quizá debería seguir escribiendo sobre otras cosas, otros recuerdos de la casa y de Móstoles que no tienen nada que ver con juegos. Me gusta la saga esta de 26 añitos, no será muy popular, pero es amor puro. Nos vemos en la Parte III.

lunes, 5 de diciembre de 2011

26 añitos (Parte I)

26 son los añitos que cumplí hace poco más de un mes. 26 han sido los añitos que he pasado viviendo en Móstoles. 26 añitos a los que mañana se pone punto final, no a los primeros, porque tengo pensado seguir cumpliendo años con los 27 y los 28 y así sucesivamente, pero con los segundos tendré que empezar a contar desde cero en mi -nuestra- nueva casa en El Álamo.

Dejando al margen la ILUSIONANTE nueva etapa en la ILUSIONANTE nueva casa no puedo dejar de pensar en los múltiples recuerdos que se quedan en la que ahora dejamos atrás. No pretendo hacer un escrito lacrimógeno, si así me sale a posteriori, lo siento.

Mi primer recuerdo coincide prácticamente con uno de los primeros recuerdos que tengo como ser humano. Un tipo que se parecía a Felipe González nos enseñaba una casa enorme, vacía y enorme. Recuerdo ese salón, este salón desde el que ahora mismo os escribo, como algo enorme. Curiosamente no tengo absolutamente ningún recuerdo de la casa anterior en la que viví hasta los tres años, es como si al entrar en esta casa se pusiera en activación la memoria a largo plazo de mi cerebro.

Después de eso, la vida, mi vida. Todo ha ido transcurriendo aquí, y además de manera muy literal, porque no tuve una niñez y una adolescencia muy callejera. Y qué coño, tampoco una adultez. He sido siempre muy casero, jugando con mis hermanos gran parte del tiempo, y otra parte, posteriormente, jugando yo sólo. Felicidad pura. Los mundiales de coches en los que me costaba un mundo colarme en los puestos de arriba, no sé si la sospechosa técnica de que fuera Sergio el encargado de tirarlos tendrá algo que ver. Recuerdo con gran cariño a mi "Camión", que logró una meritoria medalla de bronce. Luego yo conseguí coches nuevos, muy rápidos y empecé a ganar prestigio. Misteriosamente en esa época se empezó a dejar de jugar...

Los Tours de Francia montando los circuitos por todo el piso o en el patio. El equipo Real SSP lo tengo en la cumbre como el equipo referencia de la época. Creo que conseguí fichar a Olano, tenía una chapa desgastadísima, pero muy buena, siempre fue mi favorito. Cabe destacar que lo divertido de las chapas de ciclismo era organizar los equipos, dibujar las chapas, hacer el círculo con una moneda de 25 pesetas de las grandes...

Ay, y los mundiales de baloncesto. Cada uno teníamos una serie de equipos, había una marca en la habitación de Sergio y se jugaba a tiros libros. Puf, la presión, recuerdo mis manos temblando por intentar ganar algún partido. Todos estos juegos me curtieron muchísimo como persona y como deportista, tener que competir contra dos mostrencos de hermanos que te sacan 7 y 9 años no es cualquier cosa. Al principio los trofeos se los repartían entre ellos, luego poco a poco yo iba obteniendo resultados, todo sea dicho, entrenaba muy duro en la canastita de mi habitación, y justo cuando empezaba a ganarles...pum, se les iba quitando las ganas de jugar. Mágico, ¿verdad?

Y las competiciones a lo bestia de 1vs1 en la habitación de Javier (cada habitación era apropiada para un tipo de competición, por características físicas, nada era casualidad). Aquí lo tenía más complicado a pesar de la norma de "prohibido ponerle tapones a Miguel". Yo solía jugármelo todo a triples y no me iba a mal, pero gané muy pocas veces. Joder, era supermítico, un pase era tirar la pelota contra la pared o el armario, es decir "la tiene Sabonis, se la pasa a Arlauckas..." y era un autopase en realidad, qué bueno. Se me viene a la cabeza un día que se me ocurrió ganarle a Sergio un 1vs1 (para el que no lo sepa él mide cerca de 2 metros y yo entonces rondaría el 1.60) y alguna triquiñuela sucia hizo para anular mi victoria. Corriendo fui a quejarme al Comité, que era mi madre. Apelé todo lo que pude pero el tema prescribió. La federación nunca reconoció mi victoria como tal.

También jugaba, esto ya sólo con Sergio, los combates contra Sergei Uchakov. Él hacía que era un pivot ruso muy rocoso y yo...era yo. Cada vez Uchakov iba teniendo más y más años. Recuerdo haber jugado contra Uchakov con 120 años. Y me ganaba.

¡El Basket Fichajes! Probablemente el juego más elaborado de todos, fue el antecedente de los posteriores juegos virtuales tipo PcBasket, os aseguro que nuestro juego era mucho mejor. Cada jugador tenía su ficha y mediante los dados iba subiendo o bajando su puntuación. Hacíamos contratos y a final de cada temporada salían los jugadores que acababan contrato a la palestra. Dios, es muy difícil de explicar este juego, algún día debería escribir sólo sobre ello y escaneando las fichas y las normas, es realmente complejo. Al principio jugábamos los tres, pero por irregularidades en la competición Javier dejó de jugar, quedando yo sólo contra la bestia. Le ganaba muchas veces, él lo sabe, y yo notaba que le jodía muchísimo. De ahí sus ya más que evidentes trampas. Tuve que abandonarle a su suerte, aún recuerdo el día que le pillé con las trampas, me levanté y me fui. No volvimos a jugar nunca más. Una pena.

Y el Hotel, el Risk, el Stratego.... No puedo contarlo todo, son muchas cosas, demasiados recuerdos. Quizá otro día haga una segunda parte, porque es más que evidente que no caben recuerdos de 23 años en cuatro líneas más escritas.

Sí, sí, decidido, esto será sólo la primera parte, queda mucho que contar.